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Image by EJ Strat

Sobre la cornisa

La mente repite y el cuerpo sufre, llegaras a un punto donde cualquiera (medico, amigo, extraño, etc.) podrá decirte donde estas dañado, pero solamente vos sabrás lo que te daña.

                Ese momento que tanto preparaste es ahora, esta por suceder, ya lo viviste varias veces en tu mente y pareciera que no hay lugar para el error. No viene al caso si esta situación es una entrevista, un examen, un partido, una charla, una exposición, etc.; hay un dicho que siempre será acertado para todos estos posibles escenarios: “… vamos! Con los dientes apretados…”.

                Todo tú alrededor puede sentir esa tensión, se puede percibir tan solo mirándote, y entre los presentes se empieza a generar ese  pensamiento colectivo inconsciente, de saber que cuando necesitamos estar más alerta que nunca, con atención plena, nuestro cuerpo estará bajo tensión y con dientes apretados. Virtud la de aquellos pocos, que luego de estos momentos, pueden relajarse, disfrutar de lo vivido, aprender y salir de ese estado de stress temporal que ha generado tensión en su boca y repercusión en todo su cuerpo.

                Qué pena la de algunos otros, donde este mecanismo de alerta perdurara en el tiempo y no dará paso al comportamiento natural de nuestra mente para dejar ir, abstraerse del momento, entender que no todo es controlable, que ese miedo al fracaso era temporal, que tenía una función específica, que al no dejarlo ir y dar lugar al alivio de presión, puede poco a poco, enfermar múltiples sistemas de nuestro cuerpo.  

                Durante ese estado de tensión generalizada vamos por las cosas que nos propusimos, que nos importan y creemos que seremos mejor o más felices. También es positivo saber que por cada milímetro de área de presión en un diente, también está la posibilidad de equivocarse, de errar, de no ser como mis expectativas pensaron que iba a suceder y que de este pensar consciente, se liberara no solo la presión de nuestro cuerpo, sino una de las más grandes posibilidades de nuestra existencia, la de entendernos para después aprender.

                Tensión muscular pero desgaste excesivo de energía, concentración plena a cambio de picos de cortisol, necesidad de éxito pero falta de salud en nuestra boca, ausencia de la posibilidad de perder que se acompañan de ansiedad y sobrepeso. Entonces, de que te estás escondiendo?

                El momento ha llegado, estamos acá, y digo estamos, porque debo preguntarme, que mas viene conmigo aparte de esta necesidad de logro? Tal vez sea miedo, miedo a que? A no lograrlo? A no ser como quise ser para otros? Miedo a que luego de errar no me sienta querido? Que no cumpla las expectativas de alguien más? Luego de un respiro y poder visualizar estas preguntas, para nuestro cerebro será positivo pensar: Como aprendí a relacionarme con estas emociones? Cuando estas emociones se presentaron en mí, como reaccionaban mis seres queridos? Que recibo o recibí luego de pasar por estas emociones? Castigo, rechazo, burla? Es que si, acéptalo, somos seres tan complejos.

                Así los escenarios pasan por esta obra maestra que es la vida, muchas veces con esa tensión en el cuerpo como al caminar por una cornisa, avanzando lento y desesperados, buscando la salida constantemente. Un día será el traumatólogo y tus huesos, otro día será la endocrinóloga y sus análisis (para que luego goglees todos los resultados y consumas mil publicaciones de cortisol y manejo del stress), y siempre habrá lugar para ese kinesiólogo, osteópata o quiropráctico en donde buscar el famoso “crack” de hueso como llave a todos tus problemas. Si supieras que tus músculos trabajan 24 horas, que sostienen tu postura todo el día, y que dentro de los centros nerviosos reguladores de la postura también participa el Sistema Límbico, encargado de la gestión de tus emociones, hambre y sed.             

                 Cuando lo físico ya no alcance, tu mente necesitara analizarse y buscaras respuesta en algún otro terapeuta o terapia. Y luego de poco recorrido y mucha tensión, todavía estarás ahí, sobre la cornisa, cada tanto analizando tu precipicio, muchas veces con ganas de saltar, pero ese miedo otra vez te paralizara, adueñándose una vez mas de tus dias. La mente repite y el cuerpo sufre, llegaras a un punto donde cualquiera (medico, amigo, extraño, etc.) podrá decirte donde estas dañado, pero solamente vos sabrás lo que te daña.

                Que habrá allá abajo? O tal vez sea mejor preguntarte, que habrá allá dentro? No podes ver ningún final con claridad y por eso miras para otro lado, y tu trabajo de introspección seguirá pendiente mientras tu cuerpo sufre. Allá, en el fondo de un precipicio oscuro que conoces pero tal vez no recordás o te negás a ver, seguramente habrá muerte, seres queridos, abandonos, castigos, pero quien te dice, tal vez también este una nueva vida.

Gracias por leerme.

Mariano

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